Hace un tiempo, cuando estaba preparándome y en pleno entrenamiento para mi carrera, le pregunté a Angus qué pensaba de que iba a correr el maratón de Montreal.
Le conté lo que implicaba, todas las horas que tenía que correr para prepararme para ese día y le expliqué por qué salía tanto a correr.
Para él fue muy clara la respuesta, simplemente no entendía por qué quería correr y correr cuando en la vida me la vivía corriendo para hacer todas las cosas que tenía que hacer. Decía que no tenía sentido vivir corriendo todo el tiempo, me dijo “siempre tienes prisa” y podía claramente sentir, cómo para él querer correr un maratón cuando a veces corro demasiado en la vida, no tenía ningún sentido.
¿No es increíble su punto de vista? ¡Jamás me lo hubiera imaginado! Pero cuánta razón tenía.
Me quedé literalmente en blanco, Angus como siempre, tenía toda la razón. Me dejó pensando mucho por qué a veces no nos damos cuenta de lo rápido que pasa la vida y, aun así, se nos olvida detenernos a vivirla y a sentirla, vamos haciendo todo rápido porque sentimos que no tenemos tiempo de nada, cuando en realidad tiempo siempre hay.
A partir de ese día mis carreras fueron diferentes, más en disfrute y en consciencia.
Hoy puedo decirte que mi maratón lo viví con absoluta presencia, sentía cada emoción y experimenté algo que jamás imaginé.
Hoy en día, cada vez que me veo corriendo en la vida, recuerdo la lección que este pequeño maestro del silencio y de vivir en el presente me enseñó. Menos correr y más silencio interior.
La vida no hay que correrla, hay que disfrutarla y si quieres hacer un maratón y te hace feliz como a mí, hazlo con consciencia y en completa presencia.
No te olvides que solo en el silencio es donde encuentras la calma.
